28 mayo, 2012

Mirarnos a los ojos.

Entro en mi cuarto, ahora extrañamente deshabitado sin tu dulce aroma, a esa fragancia diaria que ahora, añoro. Sentarnos en cualquier lugar, allá donde nuestras miradas se puedan percibir. Mirarnos a los ojos y, sentir el calor que nos arde en las mejillas. Mirarnos a los ojos y, describir lo que sentimos con tan solo ondear en nuestras pupilas. Mirarnos a los ojos y, recordar hechos pasados, cuando aún nuestro fuego seguía vivo, cuando mi roce era consecuencia de muchas de tus adorables sonrisas. Aquellas noches, en las que perdíamos la total noción del tiempo. Esas horas frecuentes a ras de la madrugada y el amanecer a nuestros pies casi nos llamaba. Perdimos nuestras palabras de cariño, perdimos nuestras manías de darnos amor, siempre y cuando la pequeña manecilla del reloj se precipitaba a funcionar. Y ahora, estamos rotos, la lucha, la enfermedad, el drástico sentido melancólico que hemos llenado. Ahora nuestro amor se ve en un vaso medio vacío. Ya no damos suficiente ilusión en las cosas que hacemos. Estamos cansados, agotados, nos hemos hecho cenizas con el tiempo y, finalmente hemos acabado con nuestro cuento.