Miro detenidamente la foto que
sostengo entre mis manos, pero no consigo reconocer nada. ¿Qué me ha pasado?
¿Amnesia? Guardo de nuevo la foto en mi pantalón, debe ser importante, así que
no puedo deshacerme de ella. Respiro de nuevo para llenar mis pulmones de un
oxígeno tan contaminado que comienzo a toser un buen rato hasta que me
recompongo.
De a poco mis dedos del pie se
van transformando en plomo, intento estirar las piernas y consigo hacerlo
satisfactoriamente. Miro de nuevo a ambos lados de la minúscula habitación en
la que me encuentro, intentando hallar algo que me diera una solución a mi
huida. Vuelvo a mirar al frente e inconscientemente coloco una mano en mi
pecho, escucho el propio sonido de mi corazón bombeando más sangre de la
habitual, haciendo que retumben mis oídos con su alterado sonido. Comienzo a
respirar más fuerte y entrecortadamente. No solía tener claustrofobia, pero
aquel lugar era tan sumamente pequeño que intentaba retener todo el aire que
podía aspirar, haciendo que se consumiera poco a poco. Me estaba quedando sin
oxígeno, en cualquier momento podría perder el conocimiento y entonces todo
acabaría, para siempre.
Me pongo de nuevo de pie, debo
pensar rápido y salir de este lugar lo antes posible. Nunca había pensado que moriría así, de forma tan
lenta y viendo cómo mi cuerpo se queda sin lo único que me mantiene con vida.
Busco y sin pensar con solo actos, rastreo hasta el mínimo detalle de éste
cuchitril inmundo. Alguien habrá tenido que llevarme hasta aquí, yo no recuerdo
nada y la impotencia me está cegando. No dejo de buscar con mis manos en las
paredes, hasta que noto en el tacto que una zona de la pared es diferente a las
demás, hay un ligero ladrillo salido de su lugar. Veo un atisbo de esperanza e
intento empujar el ladrillo hasta romperlo. Una pequeña cavidad de no más de
cinco centímetros se ha abierto paso hacia el exterior. Me pregunto de nuevo
dónde estoy…