16 abril, 2012

Capítulo 1.



Verano, esa estación que encanta a todo el mundo. Los árboles incluso están más hermosos que de costumbre, el sol que te da en la cara y a veces esa brisa que te relaja y te lleva a un lugar mágico. En el Verano aparte de ser la estación más bonita, están las vacaciones, las vacaciones de verano. ¡Pues claro! El fin de las clases, y tres largos aparentemente meses que luego se te hacen demasiado cortos para tu gusto.
Miro las manecillas del reloj que adorna la clase y de vez en cuando escucho a la profesora dar el sermón de todos los años. ¡Qué eternos se me están haciendo los últimos minutos! Faltan menos de cinco minutos, decido no estresarme más y sonrío a mi compañera, que además es mi mejor amiga. Ana desde atrás patea mi silla para llamar mi atención. No le hago caso. Y sigo escribiendo en mi agenda-diario, sí así la llamo, porque además de todas las tareas que debo hacer, se encuentran secretos, amores, amistades, discusiones, soluciones y un montón de frases célebres que me ayudan a tomar muchas de las decisiones que me hace la vida. O al menos de momento.

El momento esperado, cuando justamente mi reloj está programado para que suene a esa misma hora, el sonido del piii, llega a mis oídos. A continuación otro piii, más grave y más sonoro. Ya que este es el más importante, porque hace reaccionar a la clase. Todos los asientos se vacían en cuestión de segundos, y en a penas dos minutos en la clase no hay ni un alma. Bueno sí, la mía. Intento recoger todos los libros, a saber que pasaría si dejo uno allí. Ah sí, ya me acuerdo, un libro destrozado por la mitad, pintado con rotuladores de infinidad de colores, es decir, una porquería que ya se puede ir a la basura. Termino con mis cosas y camino hacia el pasillo, la bandolera negra pesa bastante, tanto que se me cae al suelo, y además aun estaba abierta, ya que algunos libros caen en el suelo. Suspiro y me agacho lentamente a recogerlos.
Levanto algunos, pero a la vez otro se encamina al suelo. En el segundo intento una mano para la caída de mi libro de lectura. Me mira a los ojos e intento darle las gracias con una sonrisa, pero solo logro una mueca, más o menos agradable. Me levanto cabeceando y le doy de nuevo las gracias con un gesto con la cabeza. Esta vez le miro, y me sorprendo, me sorprendo bastante. Un chico seguramente de Bachillerato me sonríe adorable. Tiene el pelo revuelto y castaño, pero el flequillo lo lleva de punta y eso le hace tener un aire de lo más sexy diría yo. Le miro de nuevo, esta vez a los ojos, y me caigo muerta, retóricamente claro, sino vaya vergüenza. Sí, y esos ojos azules me miran, empiezo a notarme algo nerviosa.
- ¿Te encuentras bien?
Pestañeo dos veces e intento tranquilizarme.
- Sí, g-gracias por ayudarme.
Me sonríe y deja entrever una hermosa dentadura.
- De nada, soy Ezekiel.
Hasta su nombre es realmente bonito, le sonrío.
- Me encanta tu nombre -un intento de ser cordial. -Yo soy Vero, es decir, Verónica.
- Genial. -Se lanza a estamparme dos besos en ambas mejillas.
- Pues ya nos veremos Vero.
Y esto último lo dice guiñándome un ojo a la vez que me entrega los libros.
Me quedo embobada viéndole marchar, pero una voz por detrás que grita mi nombre me hace despertar de ese bonito sueño.
- ¡Vero!
Me giro y naturalmente como presenciaba es Cloe.
- Hola. -Le sonrío.
Me mira y luego mira al fondo del pasillo, y otra vez me mira.
 -¿Qué pasa?¿Qué miras?
- Te dejo a penas dos segundos sola, y ya te encuentro ligando -. Se cruza de brazos simulando que está enfadada.
- Tú estás fatal, no estaba ligando.
- Claro, que no… Encima está buenísimo. Mira otra vez al final del pasillo y baja la mirada. Vaya culo…
- ¡Cloe!
- ¿Qué quieres hija? Soy mujer, y las cosas hay que decirlas. -Se empieza a reír con esa risa tan típica que me contagia y como es de esperar me río con ella.
- Si serás tonta.
Me sonríe y camina hacia delante, esta vez me acompaña a casa.

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